miércoles, 27 de octubre de 2010

En la historia y en el barro

Es ciero, Néstor no paraba, no podía parar, había quizá en su reloj interno un tiempo perdido que ansiaba recuperar. Horas de mascar bronca y resignación en en el frío de Santa Cruz durante los 90, mientras construía el poder necesario que le permitiría en 2003 lograr ser una opción, la tercera opción, la menos deseada, de un Duhalde y un sistema político que se desmoronaba. Noches de recodar a compañeros que quedaron en las mesas de tortura. Avalar decisiones contrarias a sus convicciones obligado por la marcha de una historia de claudicaciones del movieminto del que era parte. Tiempo que había que recuperar y que exigía exponer el cuerpo al máximo. Lanzarse de cabeza a la multitud para ser despedazado.
Néstor era pura voluntad y pragmatismo. Se llevaba puesto todo, hasta él mismo se llevó puesto. Néstor se inmoló en su salsa, en el tiempo perdido que ni su voluntarismo exacerbado le permitió recuperar, en el caprichoso andar de un tipo cualquiera que explota de bronca ante la injusticia.

Quisieron sacarlo a Néstor de dos espacios. Algunos pretendieron negarlo, quitarlo para siempre de la historia en la que hoy a la mañana confirmó su entrada triunfal pero que hacía rato se había ganado. Otros quisieron sacarlo del barro, de la madeja de mediaciones que incluye siempre la política y el ejercicio del poder y que Néstor, por prágmático y por idealista, por templanza, sentimiento y capricho, en fin, por peronista, decidió hacerse cargo, encarar, quedar pegado, enbarrarse hasta los codos. Ya no lo podrán sacar de esos espacios de la memoria destinados sólo a aquellos capaces de situarse en el barro de la historia y moldear con la fuerza de sus convicciones a una sociedad que estaba desvanecida, vencida, desapacionada y triste. Llegó a Presidente de una sociedad en la que sólo quedaba lo peor y no quizo o no pudo con eso, pero sí logró reinstaurar lo mejor que se había perdido, una serie de tradiciones que se habían intentado borrar y dejarnos hoy en una situación de cierto equilibrio donde lo peor aún perdura pero tiene un importante contrapeso, donde la juventud se ha reencontrado con la pasión política, donde se ha vuelto a creer en la posibilidad concreta de un transfromación profunda.

No tengo dudas de que fue el mejor presidente desde el Perón que derrocaron en el 55. Tampoco tengo dudas de que todo será distinto sin él ocupando ese lugar solar que ordenaba nuestra democracia...

Chau Néstor, un líder, un compañero, un tipo común, un amigo...
No vamos a dejarnos ganar por la tristeza.

jueves, 21 de octubre de 2010

En la Vía...


En estos momentos, cuando se hace dificil salir del silencio que produce la mezcla del estupor y la bronca, la indignación y la duda, debemos ser lo más sinceros y transparentes posibles cuando empezamos a hablar. Yo no sé si lo de la reunión de Duhalde y Pedraza fue ayer o hace 1 año, tampoco había visto el informe de 6,7,8. Iba caminando por el centro, me cruzé con los militantes del PO en Callao Y Corrientes, pispié una tele en un bar y lo primero que pensé, quizá de forma irresponsable y abrupta, quizá como producto de la experiencia anterior a la que me refirió el incidente tanto por la víctima como por el lugar, digo, lo primero que pensé fue: Duhalde. 
A la noche vi 6, 7, 8 donde se barajó una idea similar, hoy leo algunos post de blogs que sigo que acusan a 6, 7, 8 de montar una campaña para responzabilizar a Duhalde. No me interesa defender a 6, 7, 8, ni a Duhalde, sólo refrerir y pedirle a los compañeros que lean esto, que seamos sinceros y digamos si no fue lo primero que nos pasó por la cabeza al enterarnos de la noticia. Más allá de cualquier reunión de Pedraza con Duhalde, de la que en mi caso no tenía ni noticia cuando hice la primer lectura política del hecho.
A su vez, es falaz  e intolerable que se intente menospreciar las diferecias que existen entre distintas ramas de la CGT y se meta todo en la misma bolsa como se hace desde las agrupaciones de izquierda, el sindicalismo no alineado a la CGT y el periodismo hegemónico, el empresariado y sus empleados pólíticos.
Es quizá tan injusto mi primer pensamiento sobre Duhalde como la imputación a Moyano y a la CGT en su conjunto. Quizá sean expresiones apresuradas, intentos vanos de ponerle nombre a la innombrable de la muerte, a lo absurdo de un crimen que deber ser reparado con la investigación más rigurosa y el castigo más ejemplar.
Ya sabemos, los hechos sociales de esta naturalea no son nunca unicausales, está sobredeterminados, confluyen una pluralidad de actores y de situaciones. Que hay responsables directos no quedan dudas. La intrevención del sindicato ferroviario sería una medida por lo menos posible y acertada. Que el grueso de la CGT que cuenta con mayor legitimidad y apoyo popular de sus afialiados haya llamado a un paro nacional despeja las dudas sobre la imputación que se le hace, de voléa, a Moyano.
Como corolario, pareciera, e insisto con esta idea, que ante la falta de masividad y de legitimidad se opta por la violencia. La violencia es, en la Aregntina de hoy, la elección de grupos marginales que no logran tener respresentatividad en el terreno democrático, y en esto incluyo tanto a las patotas del sindicato ferroviario como a quienes tomaron por la fuerza el Ministerio de Educación. Se usa la violencia cuando no se tiene la fuerza de la masividad.
Entre las tantas contradicciones que tienen los militantes de izquierda quisiera destacar que ayer pedían la intrevencion de la policía para que reprimiera a las patotas, la misma policía a la que agreden en cuanta marcha participan, a la que acusan de reprimirlos, ayer le pedían represión para con los de la Union Ferroviaria. La coyuntura actual nos plantéa estos dilemas, todo está en discusión, toda la complejidad de los social aflora en una democracia que se vuslumbra al fin real pero que no puede dejar de estar en guardia frente a los personeros del un pasado que insiste en perpetuarse en estructuras monolíticas (policía, sindicatos, poder judicial, coporación mediática, corporación empresaria, partidos de izquierda radicalizados). Hubo un muerto, hay culpables, hay patotas enquistadas en la etructura sindical y no sólo allí. Le cabe al Gobierno liderar la investigación y avanzar sobre el problema de fondo de los trabajadores tercerizados no sólo en el rubro ferroviario. Situación donde se ha dejado hacer de manera inexplicable por años. 

lunes, 18 de octubre de 2010

Dark side the moon

Scioli es el lado oscuro, el que no queremos que aflore pero tampoco podemos negar. Es como el baul de objetos viejos que forma, muy a nuestro pesar, parte sustancial de nuestra identidad. Y es que el kirchnerismo también es todavía Scioli, nos guste o no. Y también fue Cobos. Y aún es, por ejemplo, Gioja. Porque en la exageración de llamar kirchnerismo a la etapa nacida 2003 a veces olvidamos cómo fue la génesis, el parto, el recorrido. Y fue y aún es un camino marcado por la necesidad. Por el origen de un magro 22%, por la pragmática del "si llego sólo con los buenos llego con muy pocos" y con el "que se vayan todos" aún resonando. Pero no sería acaso esta situación la de cualquier proyecto de poder? No se vuelve necesario jugar con las cartas que hay? Después del 2007 Scioli va a Provincia, al distrito más dificil del país, casi nadie sale sin heridas políticas de una gobernación bonaerense. Scioli va, se la banca bastante bien a La Provincia. Y si Scioli expresa la derecha del kirchnerismo, cabe preguntarse por qué el distrito más dificil es destinado, en el armado que se supone planeado por Néstor, a la derecha de la propia fuerza política. De Narvaez lo expresó bien cuando dijo que la única diferencia entre él y Scioli era la sumisión al kirchnerismo. Qué diferencia hay entre una gobernación de Scioli y una de De Narvaez? Perón decía que al adversario hay que darle el 50%, pero asegurarse que el 50% que uno se queda sea el más importante. Falacia facil pero efectiva. También Perón decía que al enemigo hay que tenerlo cerca. Quizá el último empujón que el proyecto de Néstor y Cristina necesita para imponerse en 2011 sea la interna que obliga la ley de reforma política. La de peronismo disidente ya se perfila. La del PJ sólo puede legitimarla Scioli. Es riesgosa la jugada. De entrada se supone la provincia perdida en la gobernación, ya sea nuevamente en manos (en mano, en singular sería más correcto) de Scioli, o en las de De Narvaez. Además, quién asegura que el peronismo disidente no llame a votar por Scioli en la interna del PJ. Ojo, que las internas son simultáneas y no se puede jugar con el número puesto.
Salgo del poroteo y vuelvo al tema anterior. No se vuelve vital para todo proyecto que aspire al famoso 40 más 1, abacar un arco ideológico de cierta amplitud, o sea, una cantidad importante de demandas a ser saldadas, o al menos expresar la esperanza de que serán satisfechas? La luna tendrá siempre su lado oscuro? Cuánto de Scioli hay en quienes adherimos al kirchnerismo? Sería prudente deshacernos de los Scioli, los Gioja, los Peralta? Será que todo viró tan a la derecha que un proyecto de centro parece de izquierda? Es Kirchner en comparación a la derecha opositora lo que, por ejemplo en Francia, Chirac fue a Sarkozy? Prefiero pensar que hay proyectos populares y otros que no lo son, o mejor, que hay proyectos más populares que otros. Y que todo proyecto popular tiene tanto de reformador como de conservador, porque expresa una amplitud de demandas contradictorias, el tema es, como supo decir el Pocho, qué 50% será el más importante.

viernes, 15 de octubre de 2010

El 82 % movil y el "Veto" mágico

No jodamos. Quién se puede creer esta farsa? Cuánto contribuye esto al deprestigio de la política? Si la política es todavia un vehículo de transformación de la realidad, como puede ser denostada de esta forma por quienes escudándose en un discurso vacío y sin sustento juegan con las expectativas de los jubilados. Nada menos que con los jubilados que se bancaron la reducción y el congelamiento durante años y recién ahora que empezaron a salir de la más absoluta miseria se los quiere engañar con esta farsa. Pedir lo imposible, famosa consigna del mayo francés que aplican de forma banal y desvirtuada los senadores y diputados opositores, se transforma así en una trampa, un arma de doble filo, aún par aquellos que sueñan con ganarle a Kirchner en 2011. Nada más detenerse en la cláusula 12 de la ley que el voto de Cobos puso en virtual vigencia, para entender una de las razones profundas de la ridícula avanzada opositora. Allí se obliga a la ANSSES a deshacerse de una parte del fondo de garantía en tan sólo 30 días. Con lo cual, y en esto las leyes del mercado suelen ser implacables, saldrían al mercado davaluadas totalmente siendo presa facil de, por ejemplo, las ex. AFJP y sus socios de Clarin, recuperando de esta forma parte del dinero que manejaban antes de la reestatización del sistema previsional para volver a jugarlo en la perinola del mercado financiero. Esto votó Proyecto Sur? No me extraña que lo haya votado De Narvaez, el peronismo liberal disidente, la UCR, el PRO. Pero Proyecto Sur. Será que Pino ha recuperado su identidad histórica y ahora se ha vuelto a llamar Fernando Ezequiel Solanas Pacheco?
Pero hay reclamos a Néstor y Cristina, si, nos nos vamos a quedar en la facil. Y si se propusiera desde el poder ejecutivo, después del correcto veto, una ley del 82 % que contemplara el financiamiento a través de aportes patronales, renta petrolera, renta financiera, cómo votaría, por ejemplo, Cobos? Algo de esto se estará tramando? Hoy el Hugo, en River, le pidió a Cristina un esfuerzo más por los jubilados...
Elige tu ppopia aventura...

Tiemblan los gorilas

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jueves, 7 de octubre de 2010

Progresismo?

Se largó hace tiempo, en ciertos rincones presuntamente pensantes de la clase media, el debate sobre qué significa el progresismo. Sus exponentes mediáticos más destacados son Sandra Russo, Jorge Lanata, Ernesto Tenembaum, Martín Caparrós, Victor Hugo Morales, Magdalena Ruiz Guiñazú y podríamos agregar a Pino Solanas, al diputado cívico Iglesias, a Martín Sabbatella, Carlos Heller, Daniel Filmus, y hasta a la mismísima Elisa Carrió. Obviamente el tema de fondo parece ser la identidad política de la clase media. Me voy a permitir dudar de la categoría de clase media, que se usa con total liviandad y que ya, a estas alturas, poco aporta a la comprensión de la lucha discursiva que se viene desarrollando. Las identidades sociales suelen ser entidades difusas, difíciles de categorizar, complejas. El campo de la economía no determina identidades sociales, mal que les pese a los marxistas más ortodoxos. Estas se construyen a partir de multiplés determinaciones, es decir, están sobredeterminadas y siempre en movimiento, por eso son difusas y plurisignificantes, abiertas y cambiantes, contradictorias. Voy a seguir a mi admirado Ernesto Laclau. Una identidad colectiva se forma a partir de la posibilidad efectiva de articular una serie de demandas insatisfechas a través de una cadena equivalencial, de manera tal de poder construir un antagonismo, es decir, de poder establecer un cierre, un afuera, un otro ontológico que aparece como el responsable de la insatisfacción de todas las demandas que forman la cadena equivalencial. Esto es una totalidad incompleta, por paradójico que parezca. Una vez que se ha establecido este antagonismo radical, podemos decir que existe una identidad colectiva. A su vez, debemos distinguir la formación de una identidad popular de otros tipos de identidades colectivas. Y la diferencia sustancial se encuentra en la forma que toman las demandas que construyen la cadena de equivalencias y en el camino de la articulación. Una demanda aislada y particular de cierto sector social (por ejemplo la lucha por el traslado de la pastera Botnia), es una demanda democrática, totalmente legítima pero que ha sido incapaz de sumarse a una cadena de demandas amplia, de distinta naturaleza y de diferentes reivindicaciones. Por tanto sigue aislada, no construye identidad popular. En cambio, cuando las demandas son capaces de articularse en una cadena equivalencial, es decir, son una pluralidad de demandas que toman la forma de una lucha hegemónica, que han logrado establecer un cierre, un afuera, y han sido capaces de articularse en un discurso que las contiene a todas, pero además se ha logrado privilegiar a una de ellas como la portadora de sentido, se ha creado una identidad popular (por ejemplo el discurso de Derechos Humanos que lleva adelante el Gobierno).



El debate al que hice referencia tiene, a mi juicio, mucho que ver con estas lógicas diferentes de formaciones discursivas.



Cuando Lanata dice "me tienen harto con los dictadura", no está comprendiendo que "la dictadura" es hoy mucho más que la sangrienta situación histórica viviva entre el 76 y el 83 y todas sus consecuencias, hoy la dictadura es el otro ontológico a través del cual se define antagónicamente nuestra democracia actual. Si nuestra democracia hay algo que no quiere ser, eso es la dictadura. La dictadura amenaza nuestra democracia, la niega, y por eso podemos sentir y comprender la identidad democrática, porque hay algo que no es la democracia. El significante democracia se ha llenado y contiene una pluralidad de demandas equivalentes que cobran sentido a partir de una cierta articulación y se amlagaman bajo el nombre de democracia. Se ha transformado en una identidad popular en contraposición a la dictadura, a través de la idea articulatoria de los Derechos Humanos. Este clivaje, que sólo había sido esbozado durante los dos primeros años de gobierno alfonsinista, toma a partir del 2003 un vitalidad inesperada.


El aislamiento que sufren hoy los comunicadores otrora estrellas de la lucha contra el menemato (Lanata, Magdalena, Tenembaum) y que los desespera, tiene que ver con que las demandas de las que eran portadores durante la era menemista y que habían logrado articularse en su forma popular, a partir del cambio que ha operado en la sociedad post 2001 comenzaron a satisfacerse, y otras han perdido su carácter popular, es decir, no han sido capaces de establecer una cadena equivalencial y articularse con otras demandas insatisfechas en la coyuntura actual. Durante el menemato, el otro, el afuera, era el menemismo, por tanto el progresismo se definía por lo que no quería ser, ser progresista era no ser menemista, pero también era no ser político, no ser el estado, no ser el oficialismo, este corte antagónico permitía que una serie de demandas muy disímiles que iban desde la lucha por el empleo, la lucha contra la corrupción, la lucha por los Derechos Humanos, hasta la crítica a la estética formal del entonces Presidente Menem, formaran la cadena de equivalencia y se forjara una identidad popular. Se emocionaron con la Alianza, se desencantaron luego, sobrevino el 19 y 20 y se cristalizó la cadena de equivalencia en la demanda madre del QUE SE VAYAN TODOS. Este TODOS eran todos los políticos. Es decir, de un lado estaba la sociedad y del otro los políticos, el gobierno y el estado que eran los causantes de las demandas insatisfechas del la sociedad. Esta lógica discursiva permitió la emergencia del estrellato de los comunicadores que se presentaron como la última salvaguarda de la ética y también posibilitó el surgimiento de la política como show mediático. Pero como toda identidad se define relacionalmente por lo que no es, no bien el otro cambia no puede más que modificarse la propia identidad antagónica. Lo que les sucede hoy a Lanata, Caparrós, Tenembaum, etc. tiene que ver con esto, con la incapacidad de comprender que la lógica del antagonismo ha cambiado, por tanto la identidad popular forjada durante el fin del menemismo, que les permitió el momento de su mayor auge ya que ellos eran quienes la expresaban, ya no existe, se ha diluído, ha mutado. Por eso están aislados, solos y sin entender bien qué ha pasado, por qué se han desangelado. Sugiero que la explicación es que se encuetran anclados en la lógica de los 90. No es de extrañar, durante ese decenio lograron su mayor popularidad, eran "la voz del pueblo". La soledad en la se encuentran hoy los lleva a plegarse a un polo antagónico que intenta generarse a través de los monopolios mediáticos y su demanda madre que es la de la libertad de expresión. El problema es que las demandas de tipo corporativo que las empresas monopólicas de medios llevan adelante, impiden la articulación con otras demandas de la sociedad. El ejemplo más burdo fue el fallido llamado a una movilización popular que intentó el grupo Clarín por el caso Fibertel. No pueden más que expresar demandas corporativas aisladas, o significantes flotantes incapaces de ser llenados por una cadena articulada de equivalencias de demandas.


Si todo lo que constituía una identidad popular durante los 90, es decir las demandas que se articulaban en la cadena equivalencial, comienzan a dejar de estar insatisfechas, la identidad se derrumba y más aún si se lleva a cabo la satisfacción de algunas de las demandas desde el espacio que otrora era el otro ontológico antagónico: el estado, el gobierno, los políticos y, en este caso tambien, el peronismo, otro cuco del pensamiento progresista. Resulta evidente que la antigua identidad popular de la que participaban los comunicadores en cuestión entró en crisis y con ella sus principales difusores mediáticos. No han podido salir de una lógica antagónica que ya no existe, que ha sido reemplazada por otra. Y es lógico que les pase eso, la lógica antagónica anterior les brindó sus mejores momentos. Participaban de una identidad colectiva y popular, eran sus portadores. Hoy aparecen como espectros babeantes del pasado.



En este sencillo ejemplo se ve lo difusa que suelen ser las identidades colectivas y lo sujetas que están a la contingencia. Es por esto que la categoría de clase media no nos sirve para pensar el problema del progresismo. Desde nuestra optica, la clase media estaría formada por una serie de demandas aisladas sujetas a la contingencia, por momentos algunas de esas demandas pueden formar parte de una cadena de equivalencias, de hecho eso es lo que pasa hoy con los sectores medios que apoyan al kirchnerismo. El problema que tiene hoy el sector de la clase media que no es afín al gobierno, es que no puede situar sus demandas en otra cadena equivalencial antagónica al kirchnerismo porque ninguna oferta le permite pensar que ellas van a ser satisfechas. Es decir, no hay un significante capaz de amalgamar. Una tentación fue el concepto de EL CAMPO, que al menos momentaneamente logró articular demandas disímiles en una lógica de construcción de identidad claramente populista pero de signo conservador y tradicionalista. El límite que sufrió esta construcción de cadena de equivalencias es que la clase media urbana, es decir aquella que tiene mayor visibilidad, es justamente urbana, y el accionar concreto de lo que se llamó EL CAMPO, cobró un fuerte contenido antiurbano a partir del lock out patronal que generó desabastecimiento en las ciudades. No se logró una articulación duradera, no pudo llenarse el significante vacío.


El gobierno cuenta con dos ventajas discursivas considerables, una identidad popular ya generada vinculada al peronismo -que aunque residual sigue siendo de una gran fortaleza- y una articulación alrededor del eje Democracia / Derechos Humanos, que le permite armar su discurso y efectuar el cierre, definir al "otro".


El problema quizá sea pensar que el progresismo tiene alguna forma de ideología. El progresismo no la tiene en absoluto. Puede ir hacia la derecha o hacia la izquierda según el contexto en el que opere. El progresismo se emparenta más bien con la idea de moderación, de cierto equilibrio, es claramente una expresión política que tiende siempre al centro. Es erróneo caracterizarla como una izquierda democrática. Es más bien un concepto que debe ser permanentemente llenado a partir del análisis contextual. Por esta razón no es lo mismo el progresismo durante los 90 que en la actualidad. Porque en tanto identidad colectiva articulada en un discurso, que se define siempre por negatividad, el progresismo también es un concepto difuso, siempre en formación. Por tanto las demandas que articularían su cadena de equivalencias serán distintas en cada contexto. Veamos algún ejemplo:


El progresismo en los 90 abarcaba, entre otras, las siguientes demandas: trabajo, salud, educación, intervención estatal, transparencia, respeto a las minorías, justicia independiente, salarios dignos, juicio y castigo a los genocidas, soberanía, independencia, cuidado del medio ambiente, etc. Esta pluralidad de demandas se encolumnó detrás del la idea de transparencia, en contraposición a corrupción. El significante corrupción encerraba a su vez, lógicamente al gobierno, al estado, los políticos, los partidos, los sindicatos, y hasta el mercado. Los garantes de la transparencia fueron entonces los periodistas que expresaban y difundían las demandas progresistas (Lanata, Tenembaum, Magdalena, etc.). Sólo esa cadena equivalencial, en ese contexto específico, definida en antagonismo con todo lo que expresaba el menemato, pudo amalgamarse detrás de la idea de transparencia y constituirse como una expresión de centro izquierda.


A partir de 2003, la mayoría de esas demandas fueron paulatinamente abordadas por el gobierno a través de la gestión del estado, situación que se acelera a partir de 2007 y que puede enumerarse repasando las siguientes medidas de gobierno: nombramiento de una Corte Suprema independiente, generación de empleo, negociación exitosa de la deuda externa en default, reapertura de discusiones salariales, juicio y castigo a los genocidas, Ley de Educación Superior, Ley de servicios de Comunicación Audiovisual, Asignación Universal por Hijo, Ley de Matrimonio Igualitario, entre las más importantes.


De manera que el antagonismo transparencia / corrupción ya no define identidades. Y es en esta anacrónica lógica en la que se siguen manejando los periodistas como Lanata, Magdalena, Tenembaum, etc.

Sería a su vez pertinente la pregunta sobre qué es ser progresista hoy. Nos animamos a acercar una respuesta en una calve que suele utilizar Martín Sabbatella: el kirchnerismo es el piso. Por tanto, ser progresista hoy sería reconocer los avances del gobierno e intentar solidificar las conquistas logradas, pero apuntando a una profundización y abordaje de aquellas cuestiones aún pendientes. En términos de demandas situaríamos la ampliación de derechos y ciudadanía de los pueblos origninarios, el avance hacia las destrucción de las estructuras monopólicas, el mejoramiento de la calidad del empleo, la profundización de la distribucion de la riqueza, la apertura a nuevas voces en el espectro mediático, el avance sobre el cuidado del medio ambiente, la reconstrucción de la red ferroviaria, el freno al avance de la frontera agropecuaria, la aceleración de los plazos de la justicia en las causas por crímenes de lesa humanidad, por citar algunos ejemplos. Pero la pregunta que sigue tiene que ver con qué actores sociales son los que impiden llevar adelante esta pluralidad de demandas, es decir, dónde se sitúa el otro ontológico que hace que esta serie de demandas se encuentren en parte insatisfechas. Claramente son las corporaciones, ya sean del ámbito mediático, agroindustrial o financiero -frontera ya dificil de dilucidar porque los negocios suelen estar diversificados-. Lo cierto es que son éstos poderes fácticos los que impiden en gran medida el avance progresista. Quiero decir con esto, que parece y es lógico que se le reclame a los encargados de gestionar el estado, al poder ejecutivo y legislativo, al gobierno, por estas demandas. Lo que no puede comprenderse dentro del arco progresista es que se combata a este gobierno siendo funcionales a las corporaciones que son las que verdaderamemte impiden el avance progresista. Hay una idea errónea de que es el gobierno el mayor factor de poder, por tanto, el progresismo con su impronta liberal implicaría siempre una alternativa de limitar al poder. El problema surge cuando el poder que hay que limitar no es el del estado sino el de las corporaciones. Límite que puede lograrse a partir de una articulación de acciones del estado con la sociedad civil. Se desconoce desde esta perspectiva que el poder ya hace rato que no se sitúa en el gobierno, incluso habría que preguntarse si es plausible de ser pensado el poder como situado en algun lugar. Foucault nos decía que estaba capilarizado en multiplés discursos y operaba permanentemente sobre los cuerpos. Pero esta idea es una filosofía del poder, que aunque compartimos en general, preferimos pararnos en otra óptica. Más bien participamos de la idea de que hay poderes en pugna por la hegemonía y que la impronta liberal de cierto progresismo le impide hacer una lectura del antagonismo existente en la coyuntura actual.
En general se piensa que lo difuso de las formaciones discursivas que se articulan en un discruso político suele ser un problema. Preferimos pensar que esa riqueza y contingencia es lo que hace posible cualquier operación política exitosa, o sea, la única forma plausible de acercarse a lo real que no puede ser representable. Comprender esto es estar abierto a la contradicción, es decir a que en una cadena equivalencial pueda haber demandas contradictorias y no obstante forman parte de una totalidad parcial, de una identidad colectiva, de un pueblo. Sólo las lectura que entienden la posibilidad de lo social como algo totalmente transparente, pueden confundir el polo en que deben situarse en la lucha por la hegemonía, o sostener la credulidad de aparecer como imparciales. Si no hay contradicción hay esencialismo o teleología, en el peor de los casos fundamentalismo y muchas veces pura ingenuidad.