lunes, 18 de julio de 2011

El elogio de la estupidez

En lo más remoto de la ideología que sostenía a la Alemania Nazi había un desprecio profundo por la inteligencia.  Tanto desde las interpretaciones torpemente directas que los nazis hacían del elogio de la crueldad Nietzscheana como desde la lectura que de Nietzsche hizo Heidegger y que es una de las más difundidas, la inteligencia era la virtud/vicio atribuida a los judíos, mientras que la simpleza de mente y espíritu del rústico campesinado alemán constituían la normalidad deseada por el régimen. Más vale no ser muy inteligente para ser apto para la “felicidad” nacionalsocialista. Ya lo dijimos, la inteligencia era cosa de los judíos que se valían de ella para tejer en las sombras la dominación mundial, la sospecha se cernía sobre el pensamiento en un mundo dominado por el imperio del cuerpo.
Cuando leemos en el diario La Nación un artículo firmado por el hijo de León Rozitchner, -cuyo talento para escribir y pensar respecto del de su padre tiene la misma diferencia que el de Maradona y Dalma para jugar fútbol-, en donde se expresa que el 47 % de los votos que sacó Macri en la elección porteña es un triunfo de “la gente normal”, no podemos dejar de pensar en que se hace, nuevamente, un elogio de la estupidez. La normalidad de la gente a quién la política no le interesa, de la gente que compra el vaciamiento de las ideologías por la falsa idea de la gestión despolitizada. Esa normalidad predicada por los medios dominantes que trata de poner a la política siempre en el lugar de lo corrupto, es hacer un elogio de la estupidez, es como decirle en la cara al votante de Macri: “está bien que no pienses, no vale la pena. La política es una mierda, por eso nosotros no somos políticos. No hacemos política, no somos ni de derecha ni de izquierda, sólo queremos ser felices como vos, agitar globos, bailar torpemente, comprar cosas, festejar. Los que piensan son aburridos, nosotros somos divertidos. Los que critican se quedaron en el pasado, nosotros somos el futuro. Juntos venimos bien, sin pensar venimos bien… Sigamos así, con la simpleza de las palabras, sin la capacidad de articular conceptualmente ideas. Sólo bailando aturdidos en la tontera de un slogan.” Esto es un elogio a la estupidez y en el fondo esconde el desprecio por el pensamiento. Como creían los nazis.
El discurso del PRO va camino de transformarse en un decálogo de autoayuda. Se apela al “sé feliz”, al combustible espiritual que vende Ari Paluch –ese hermano no reconocido de Alejandro Rozitchner. ¿No vieron que parecido que son? Aunque sería demasiado para el pobre León cargar con dos hijos bobos-. No sólo no hay ideas políticas  en el discurso PRO, casi no hay ideas, más bien se mueve en la apelación al pasotismo, a la estructura del deseo que empuja el consumo compulsivo, a la ilusión de un mundo totalmente transparente donde la gestión del sentido común se impone como ley única. Otra vez, se hace un elogio de la estupidez en un giro clásico hacia un populismo de derecha, en el cual las prioridades de las políticas de estado se establecen a partir de las quejas de las señoras gordas frente al mostrador de la panadería.  Estamos hartos de la política” parece expresar el rústico rostro de Rodríguez Larreta con expresión bobalicona y siempre al borde de babearse. “Es la política la que no nos deja hacer”, se puede leer en la cara falsamente calma de María Vidal (debemos reconocer que Gabriela Michetti es demasiado para una estructura mental PRO, la elección de Vidal es mucho más coherente con el nuevo estilo pasota. Piensa demasiado Michetti, aunque piense mal, pero algo es algo.)


La lucha será quizá siempre la misma: el pensamiento y la acción política contra la pereza mental y el “no te metás”. ¿Moderación y tontera son las nuevas virtudes ciudadanas? ¿Quizá la síntesis sea el rostro del rabino Bergman?