sábado, 11 de julio de 2009

Helicópteros y reforma política

Si alguien imagina que Cristina va a irse en helicóptero, que recapacite. Si creen que Moyano va a trabajar al lado de Macri, que consulten un psiquiatra. Si esos mismos ven en el rey de la efedrina un político con futuro, que no se engañen. Si algún otro cree que Duhalde la tendrá fácil, está por verse. En resumen, el anunciado final del kirchnerismo es más un deseo que una realidad.
Los cambios en el gabinete traducen coraje, convicciones. Cristina parece haber tomado el bastón de mariscal. Se exige entonces cuidar a la Presidenta con el cuerpo, en las calles si es necesario, en cada discusión y comentario.
Se piden cambios de rumbo, a eso no hay que ceder. Detrás del mentado consenso se lee capitulación, transa. La salida pronta de Moreno nada tiene que ver con mantener las convicciones, el tipo tiene que irse. Esa decisión sería astucia política y nada más. No confundir convicciones con obstinación.
Mal que les pese a muchos, habrá un kirchnerista en 2011 dispuesto a competir en las urnas. Pero para tener chance se debe profundizar ahora, desde la debilidad relativa, como al principio, como en 2003.
Lo mejor del kirchnerismo surgió en la debilidad, en la necesidad de construir una fuerza capaz de reinstaurar la autoridad presidencial. La democracia ordenada de hoy es otro logro kirchnerista que obliga a la derecha a salir a la palestra, a discutir ideas en el ágora. La derecha opta por la anti política, nos quiere llevar al 2001 porque no puede explicitar sus propuestas. Piensa como Menem: “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”. Entonces no dice nada. No logra ser una positividad, se define contra algo. Y a esto debemos darle su importancia. En los 90’ el neoliberalismo era la positividad, ya no lo es, aunque hayan ganado la elección en la provincia de Buenos Aires. Debieron rectificarse después de hablar de privatizar todo. La batalla cultural no parece estar perdida.
Haber transformado la elección en un plebiscito de modelos fue un error. Es fácil decirlo con el número puesto. Pero lo cierto es que no había enfrente un modelo explicitado, y se terminaron votando personas y no políticas. Y en esa lógica perdemos. Una persona se inventa o se destruye con marketing y operaciones de prensa, una política, en cambio, lleva largas y penosas negociaciones y es más difícil de explicar. Se sabe, es más fácil destruir que crear.
Se apunta a la demonización de Kirchner, quizá con la lógica de “muerto el perro se acaba la rabia”, pero debajo de Kirchner hay gente, somos nosotros. Y cuanto más se ataca a Néstor más nos fortalecemos, parece. Aunque seamos menos, somos un núcleo duro y, estimo, daremos pelea por los próximos 40 años. No es poco. Propongo bajar la ansiedad. La lucha es larga. Ya lo dijo Perón “Entre la sangre y el tiempo, elegí el tiempo”.
El setentismo kirchnerista fue la llama que avivó el fuego, no puede ser la propuesta de futuro. Al menos se dieron el gusto de gobernar más de 49 días, se sacaron las ganas y la frustración y mostraron también sus límites políticos. Quizá nosotros, los sub 40, estemos mejor preparados para lidiar con Macri. El kirchnerismo tuvo su primavera y vive ahora su otoño. A nosotros, que éramos sólo hijos, pecas de una espalda, penales atajados, nos convocó a la política y a la acción. No podemos despreciar la posta.
Es llamativo como se parecen hoy Duhalde y Cobos. El latiguillo común es “dialogo”. ¿El diálogo que Franchiotti tuvo con Kosteki y Santillán buscará Duhalde? ¿El dialogo y el consenso de Cobos con su hija la noche infame de la 125? ¿El dialogo de Carrió explicándole al Coti Nosiglia el Contrato Moral?
Lo cierto es que las expresiones políticas importantes que no son meras supervivencias, se expresan a través de Kirchner y Macri en las grandes ligas, y en Sabatella, Binner, Solanas y Juez en la “B”. Son quienes pueden convocar nuevos actores políticos y quienes deben enfrentar el armado de estructuras y alianzas que les aseguren un peso específico propio a nivel nacional, y que solo el kirchnerismo posee hoy, aunque atado con alambre.
La casualidad que ayudó a la llega de Kirchner al poder en 2003, tuvo su efecto durante estos años igual que la necesidad de reinstaurar la autoridad presidencial. Hoy, con una democracia ordenada a partir de la lucha por la 125, se exige una construcción real entre aquellas fuerzas que se animan a competir por fuera de los partidos tradicionales. En este frente, los sectores progresistas aparecen mas osados aunque no siempre acierten en sus sistemas de alianzas y en sus definiciones de enemigos, caso Binner y Solanas.
Quizá Kirchner cargue sobre sus espaldas el haber revivido tanto al viejo peronismo como al obsoleto radicalismo y haber desaprovechado la oportunidad de librarnos de esas estructuras viciadas. Quizá todavía se esté a tiempo.
Parece haber un repliegue de la derecha hacia los aparatos de los partidos tradicionales que se observa en el acercamiento Solá /De Narváez vía Duhalde y en los candidatos sojeros del Acuerdo Cívico. Así, mientras un polo “moderno” se ordena con la dupla antagónica Kirchner / Macri, la política tradicional se ordena en el viejo enfrentamiento radical – peronista, con la dupla Duhalde / Cobos.
Que Kirchner se ha caracterizado por dividir a sus oponentes e incluso a sus potenciales aliados, no resiste mucha duda. Lo hizo con el movimiento piquetero en 2003/2004, con el peronismo en 2005, 2007 y 2009, con el partido socialista, y siguen las firmas. Es de manual que se va querer llevar parte del peronismo. Lo mismo intentará Macri desde afuera, usando la victoria de De Narváez. Como siempre, Solá estará tironeado. Aires segundones, como Lole.
Si la reforma política impulsada por la Presidenta se lleva adelante. Con internas primarias abiertas. El núcleo tradicional del peronismo deberá decidir. Imposible imaginar a Macri compitiendo en esa interna, de la que saldrá un candidato entre muchos e impresentables anotados. El único que parece serio es Lole, y no olvidar al mismísimo Duhalde. Es decir, un candidato de ese espacio, competirá en las presidenciales del 2011 con la segura postulación de Macri.
El radicalismo dirimiría, siempre en el caso hipotético de que se lleve adelante la reforma política, de igual forma su candidatura. Se imagina una interna entre Cobos y Carrió. Con la posibilidad de ambos de sumar a Binner en caso de ganar.
No es llamativo entonces que los comentarios menos críticos hacia la propuesta de Cristina provengan del espacio PRO. Ciertamente, si los partidos tradicionales finalmente se ordenan tras un candidato salido de internas, lo harán con una merma política importante, permitiendo los desarrollos de los nuevos espacios, cuyas estructuras más importantes son el PRO y el FPV (en caso de continuar con esa denominación).
Se caminaría hacia una democracia pluripartidista, es decir, más plural. Parece más acorde a una sociedad compleja y cambiante, casi me veo tentado de decir “liquida”. Aunque la metáfora es pobre, debido a lo extendido del concepto, quizá sirva para hacerse entender. Pluripartidismo que se había comenzado a expresar con el FREPASO, Acción por la República, ARI, etc. Si es verdad que las identidades viven un proceso de redefinición, a la luz de la progresiva desintitucionalización, no parece posible reconstruir identidades partidarias fuertes y duraderas dentro de la antinomia tradicional.
Lo conservador se expresa hoy en la forma de entender y construir la política. El kirchnerismo y el PRO se situaron siempre más allá del bipartidismo, y ese es su signo compartido. Son los verdaderos emergentes del 2001 donde la crisis de representación tradicional fue más aguda. El radicalismo reciclado y el revivido PJ, encarnan más que nunca la expresión conservadora, aunque Macri se les sitúe, por programa, apenas a la derecha.
Con este panorama, uno no puede más que reconocer el error grosero de Kirchner al pejotizarse, de confundir peronismo con Partido Justicialista. Sin duda significó un retroceso. Ese fue le verdadero giro conservador del Gobierno que Cristina viene a intentar reparar con la reforma política.
Auspicioso panorama para el sistema democrático argentino el del 2011. Muchos competidores. Identidades en formación. Luchas generacionales. La política estalló en mil pedazos.
Deberían definirse los polos entre quienes pretendan disciplinar al capital y quienes no. Otra cara de la reforma política sería la obligación de presentar programas de gobierno y por supuesto, el límite y la transparencia de las campañas.

miércoles, 1 de julio de 2009

El elogio de la locura y el puñetazo de Sampanó


Ya sé que estoy piantao /piantao, piantao / no ves que va la luna / rodando por Callao…”

Una sociedad puede mirarse desde lo que integra y desde lo que excluye. Prefiero la segunda opción, a la manera etnológica digamos. A la Foucault.

¿Qué nos dice en este sentido la elección del 28? ¿Qué se fue construyendo como sistema de exclusión? Se sabe, la locura suele ser en la mayoría de las sociedades “lo excluido” por excelencia. Y esta exclusión no tiene nada que ver con la naturaleza de la locura sino con las necesidades de funcionamiento social. Razón y locura plantean entonces un sistema de exclusiones, una coacción. Para que una coacción sea tal debe tener un margen de escape, un punto de fuga. Es decir, requiere no se aceptada por todo el mundo. Se establece entonces un margen. No hay sociedad sin margen.

Desde hace tiempo, el espacio destinado a la locura fue mediática y políticamente construido en las figuras de Néstor y Cristina como formula de exclusión. El ejemplo mas burdo es la despiadada campaña de la editorial Perfil, a través de la revista Noticias. Allí Kirchner es presentado siempre como un loco y Cristina como una enferma bipolar (depresiva) enfermedad de moda que se sitúa tangencial a la locura. La figura retorica elegida, de manera general, no solamente por Noticias, es la del gobierno “autista’, otra categoría medicalizada, otra enfermedad mental. Así, estos enfermos mentales que son los Kirchner, no ven la realidad, son incapaces de salirse de “su” realidad, son locos.

Los seis años de hegemonía kirchnerista, fueron entonces una “fiesta de los locos”, que como en la Edad Media, invirtió los signos del status social tradicional: los indultos y la ideología del perdón fueron reemplazados por los Derechos Humanos y los juicios a los crímenes de lesa humanidad; el mercado por el Estado; los empresarios por los trabajadores como grupo de referencia; los bancos por las fábricas; el cipayismo por la defensa nacional; el ajuste permanente por las negociaciones salariales; las relaciones carnales con Estados Unidos por el Mercosur y el latinoamericanismo; Nazareno por Zaffaroni.

Es decir, Kirchner vino a reinstaurar aquellas simbologías que se creían ya superadas, enterradas para siempre después de la experiencia menemista. Despertó lo que Horacio González llama, las corrientes profundas. Es decir, el sentido histórico. ¿Qué es esto? Se preguntaron sorprendidos, a la manera de Martínez Estrada, los adalides de la normalidad y sus voceros mediáticos. Esto es una supervivencia, un retroceso, algo que ha sido superado, dejado atrás para que nunca regrese. Esto es la locura.

En La Strada, Fellini crea un personaje genial y entrañable, “el loco”, el equilibrista que arriesga su vida en cada acto y que sabe morirá joven. El loco se divierte burlando a Sampanó, esa bestia infame, resentida e ignorante. Gelsomina se enamora del loco perdidamente. Y al loco lo termina matando Sampanó de un puñetazo, como venganza por las repetidas burlas y por envidia del talento y el encanto del loco.

Está loco Kirchner, más loco que Carrió que habla con la virgen. Está loco por jugar a fondo, por tener convicciones (¿No es esta misma palabra un arcaísmo?), está loco por creer en la política como agente del cambio, y en la militancia. Está loco y fuera de moda. Hoy la moda es imitar a Freddy Mercury, la normalidad es “el que mata debe morir” y las buenas relaciones con el tráfico de efedrina (un negocio como cualquier otro), y la oposición desde la Vicepresidencia (como en cualquier país normal), y la manipulación mediática y los festejos de UniónPro en el programa de Marcelo. Y el diario Crítica del lunes que titula: Ganó Cristina (en El Calafate). Como se sabe, los locos niegan la realidad que es la única verdad. Y la normalidad es también la falta de propuestas, los afiches con un play, la política como una marca de dentífrico.

Un cerco de normalidad se cierne entonces para aislar a la locura. Las Madres de Plaza de Mayo vuelven a ser locas. “Si tu patrón te dice que hagas de perro, te pones en cuatro patas y ladrás”, se les dirá a los trabajadores. La normalidad se impone a partir del 28. La Patria del consenso liberal, católico y militar se ha levantado para ordenar las cosas. La fiesta terminó.
Pero… y si los locos son muchos… Muchos más de lo que creían. Si se ponen en movimiento, cantando y bailando, llevando la fiesta a la barriada, el entusiasmo recuperado paseando por las calles. La llama prendida de la locura, el ardor que ha vuelto para quedarse entre nosotros. Terminó el tiempo de un loco, pero queda por venir el tiempo de la locura, ya no como una fiesta momentánea y sorpresiva, sino como lucha permanente. Nunca seremos normalidad. Siempre ardiente fiesta grasa, hecho maldito irrevocable de la historia nacional.