viernes, 26 de octubre de 2018

SIN CLIENTES NO HAY EXPLOTACIÓN



El título de este texto hace referencia a una frase que se suele usar para condenar la trata de personas para explotación sexual. Sin clientes no hay trata, se dice. Es decir no hay explotación sexual. No veo por qué debería reducirse sólo a la explotación de tipo sexual.
Mucho se ha escrito sobre la nueva modalidad laboral que se da a través de la aplicaciones para teléfonos celulares, las apps, que permiten la hiperexplotación y precarización laboral de miles de personas formando un ejercito de cadetes en bicicleta, sin ningún tipo de derecho ni protección social.
Ejercito de jóvenes que quedan a merced de los caprichos de consumo de una sociedad que va perdiendo toda empatía con el otro.
Poco le importa la condición laboral de esos jóvenes, si tienen que pedalear 50 kilómetros diarios por un sueldo de miseria, con 40 o 0 grados de temperatura, bajo lluvias torrenciales o tormentas de viento, al cliente que sentado en la comodidad de su living, celular en mano, pide satisfacer su antojo de tacos mejicanos o un kilo de helado de dulce de leche granizado mientras mira la nueva serie de moda en Netflix.
Esa falta de empatía, de ponerse en el lugar del otro, esa ruptura de lazo social que promueve el individualismo extremo asociado a la cultura del consumo, es lo que permite el surgimiento de negocios de este tipo, basados en la explotación y la precarización de la vida de los trabajadores privándolos de todos sus derechos.
La perversión, es decir la inclinación a satisfacer los deseos sin medir las consecuencias, se vuelve evidente tanto en la trata para explotación sexual como en el trabajo precarizado de las app, donde al otro se lo entiende sólo como instrumento de la consecución de un deseo privándolo de su condición humana. Instrumento tanto para los clientes como para los dueños de las empresas, los jóvenes pedaleadores que hoy pueblan las calles de la ciudad de Buenos Aires son la evidencia palpable de la deshumanización de las relaciones sociales.
Lo que generalmente se escribe sobre ellos tiende a describir la explotación a la que son sometidos, creo que deberíamos apuntar al otro extremo de la relación, el cliente de estas aplicaciones. Porque es en esa instancia de la relación de intercambio donde se vuelve imprescindible la toma de conciencia que permita reconstruir lazos de solidaridad más humanizados, donde el otro no sea percibido como instrumento de placer y satisfacción de deseos, y a la vez bajar los niveles de consumo superfluo e innecesario. Deshumanización, explotación, consumismo y perversión social, son las bases sobre las cuales se erige tanto el sistema de trabajo de las app como la explotación de tipo sexual. Por eso entendemos que sin clientes no hay trata y tampoco hay explotación.