viernes, 13 de marzo de 2009

El discreto encanto de la moderación

En el sentido común de la clase media, formateado por las permanentes operaciones mediáticas que conduce el grupo Clarín, la moderación de gestos y lenguaje se ha transformado en un valor positivo. Esta defensa de los modales, que podríamos llamar victoriana, se condice de forma directa con al idea de gestión despolitizada y desideologizada con que habitualmente suele confundirse a la población. Así, cualquier modo de conducirse por fuera de esa modalidad pretendidamente neutra, cuyo gesto más significativo sea quizá la forma en que maneja sus manos al hablar el inefable Mariano Grondona, gestualidad que hace parecer exaltado al mísmísimo cardenal Bergoglio, decía que cualquier tono apenas altisonante o cualquier gesto de firmeza y vigor, aparecen como groseros y destemplados. Está lógica del buen gusto, enarbolada por el grupo Clarín y sus aliados, fue uno de los baluartes sobre los cuales se paró la experiencia mediática de la Alianza hacia fines de los noventa. Una crítica de las pasiones, o sea también una crítica de la política, desde la apropiación del buen gusto. La Alianza ganó (es una forma de decir) y se hizo Gobierno (al menos eso creyeron), y la figura cumbre de la moderación fue ese Presidente que moderadamente finalizó su mandato con el moderado y nunca exaltado estilo que le permitió decretar un estado de sitio y reprimir las manifestaciones populares con el saldo de cerca de 30 muertos. Todo un ejemplo de moderación y mesura que había conseguido el voto mayoritario de la clase media clarinizada.
Luego Duhalde y "La crisis causó dos nuevas muertes", otra vez, como siempre, los modales victorianos de Clarín dirigidos a la clase media. Pero oh sorpresa, llegó Nestor y se confundió entre la gente rompiendo todo protocolo, es decir, internándose en el terreno del "mal gusto" que siempre es sinónimo de lo popular. Así se transformó para Clarín el Presidente de los modales destemplados, de la desmesura y el autoritarismo. Porque, entendamoslo bien, tener modales, no exaltarse ni siquiera frente a la peor injusticia, no levantar nunca la voz, en eso se demuestra lo republicano, en eso se demuestra que no se es facho. Lo que esconde y escamotea el tema de los modales es la pretensión de objetividad, nadie que se altere puede ser objetivo, dice el sentido común clarinizado. El problema es que desde el Gobierno de Néstor se plantea la disputa de verdades y nunca la objetividad, es decir que a partir de la llegada del kirchnerismo al poder lo que se ve claramente es la vuelta de lo político como construcción de relato y la denuncia permanete de que esa construcción nunca es inocente y objetiva sino que es siempre ideológica. El gran problema de Clarín es el de no poder dejar ver su ideología porque si eso pasara todo su contrucción de relato se desmoronaría porque está basado en una falaz objetividad. El Gobierno de Cristina, mucho más peronista que el de Néstor en cuanto a la confrontación interna (Néstor se ocupó de la banca intrenacional y el FMI) se plantá aún más en la disputa ideológica por ende la lucha con Clarín se vuelve evidente. ¿Qué te pasa, Clarín?, expresado desde una tribuna política, no es una pregunta que busque respuesta, es, a la manera de increpar barrial, un desafío; y se da a pocas semanas de la presentación del proyecto de ley de radiodifusión. Insisto con esto, no es una pregunta para que Clarín diga por qué combate a este gobierno y en particular a la figura de Néstor Kirchner, es un " a mi no me van a correr". Si la moderación es la síntesis de la antipolítica y la ideología d ela gestión eficiente, la exaltación y el desafío, el "mal gusto" de un Moyano, se transforma en la clave de la política. Bajo esta lógica Cristina grita, Cristina es soberbia, Cristina es irracional. Así las cosas, es pereferible ser claro y ver quién representa la moderación en el universo político actual, la moderación desde donde se espera desbancar al exlatado kirchnerismo, esa es la figura del ajedrecista Duhalde, nada hay más racional, menos exlatado que un ajedercista, y si, por una de esas vueltas de la historia, sus fuerzas se exalatan será la crisis la que causara nuevas muertes.

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