miércoles, 11 de febrero de 2009

la lucha por el relato

Resulta indiscutible, como necesidad de todo Gobierno serio, construir un relato que de cuenta del pasado y se proyecte sobre el presente y el futuro. Ya sea para avanzar sobre cuestiones pendientes, ya para darle coherencia a un programa de gobierno. En este sentido, la Presidenta electa ha definido con claridad quienes son sus adversarios políticos. No son los partidos de la oposición ni sus líderes. No es la ex - progresista Elisa Carrió, que ahora veranea en Punta del Este con dinero prestado y defiende los intereses de la oligarquía ganadera. Tampoco el macrismo y su fetiche de gestión “despolitizada”. Mucho menos los escasos representantes del radicalismo desmembrado, o el frondizismo light de Roberto Lavagna. Ni hablar del anacrónico grupo del justicialismo feudal de Potrero de Funes. Todos ellos han demostrado su incapacidad a la hora de elaborar un discurso sensato, ni hablar de un programa para enfrentar los desafíos de la política actual. Tampoco serán adversarios de Cristina, en lo que refiere a la construcción de un relato histórico y actual, los representantes directos de la oligarquía vernácula, con quienes el Gobierno confrontará en otros planos, es decir dialogará, sellará algunos acuerdos, establecerá intenciones y direcciones posibles, en fin, intentará marcar las reglas del juego. Los adversarios directos serán los medios, o mejor, las grandes corporaciones de medios de comunicación.
Una lectura acertada la de Cristina, sobre todo si se observa el papel que juegan las corporaciones de la información frente a otros gobiernos de corte democrático popular en la región, pasando por la Venezuela de Chávez -caso emblemático-, la Bolivia de Evo, el Ecuador de Correa y hasta el Brasil de Lula y el Chile de Bachelet. Allí, como aquí, los medios son claramente la oposición más dura –veremos más adelante como se expresan a través de ellos los diferentes intereses de los sectores opositores-.
En Argentina, desde el menemato y la farandulización de la política, las corporaciones de medios han venido mal acostumbradas a marcar la cancha de los gobiernos de turno, lo que comúnmente se llama, imponer agenda de temas. Así como Cristina ha repetido que gobernar es algo de todos los días, es decir, se gobierna en lo cotidiano –lo que no implica, como se intenta hacer creer a través de los medios, que se gobierna desde la improvisación; sino que se gestiona en el día a día en función de un proyecto-, la construcción de un relato sobre la realidad, es, también y sobre todo, un ejercicio cotidiano. Por tanto, los diarios y los noticieros televisivos y radiales ha sido acertadamente identificados por la Presidenta como los adversarios con quién se disputa, en el día a día, la construcción de un relato sobre la realidad.
Fue clara Cristina: “No entiendo la política como una construcción mediática”. Lo que no ofrece dudas sobre que la Presidenta ha vuelto a poner las cosas en su lugar. Es el Gobierno quien impone la agenda de temas. Esto, lógicamente, disminuye en sustancia el poder de las corporaciones de medios, y claro, se levantan voces de alarma invocando como latiguillo la libertad de prensa.
En referencia a esto, el periodista del diario Clarín Julio Blanck, acusa el golpe y escribe una nota que ese diario publica el día 01/12/07. Allí, Blanck, haciendo uso de la burda utilización, característica en ese diario, de la letra en negrita, acusa al Gobierno de “Los Kirchner” –así se los llama con poca disimulada malicia en algunos medios- de tener un estilo “cerrado, receloso y compartimentado”. Y de “ejercer una cerrazón informativa cotidiana y presionar sobre la difusión de determinadas noticias”. Desconoce, el Sr. Blanck, que la lógica de este Gobierno no es la de los medios. Este Gobierno no se agita por generar noticias, a menos que eso sea parte de una estrategia, o sea una operación con un fin determinado, una decisión en vistas a ejecutar un proyecto que él empuja. Durante el Gobierno de Menem y De la Rua la lógica era de los medios, ya sabemos como terminó esa desgraciada experiencia.
¿Pero qué significa dar la lucha por el relato? Simple. La reinstauración de la política. Quizá sea esto lo que realmente altere los nervios del diario Clarín, un medio que siempre se ha mostrado partidario de la despolitización. En este sentido, el diario La Nación, también opositor acérrimo al Gobierno, ha mantenido cierta opción por lo político. Es clara su filiación de clase, defiende abiertamente intereses determinados, es un pasquín de la derecha liberal – procesista. Mientras que para Clarín la política es mala palabra, es sucia, es corrupta. Clarín ha contribuido a que esa valoración de la política se extendiera en las clases medias hasta casi naturalizarse como un pensamiento de sentido común. Pero la política es la herramienta por excelencia de transformación de la realidad, es el medio de participación popular, es el espacio en el cual confluyen, dialogan y se enfrentan los sectores que constituyen cualquier sociedad, simple o compleja. Clarín ha levantado la bandera de la gestión “despolitizada”, cuyo máximo exponente es Macri y sus ideas fuerza son la de eficiencia y la rentabilidad.
La pretendida objetividad de la que hace gala la prensa es una falacia, se sabe. El mejor de los sociólogos, Max Weber, en su recordada conferencia titulada “El político y el científico” hace un llamado a la responsabilidad cuando incita a los investigadores a reconocer el momento en que deja de hablar el investigador y comienza a hablar el hombre. Un llamado a la sinceridad, un rescate de la ideología. Esto bien vale para los periodistas que, dicho sea de paso, suelen estar más cerca del chisme de pasillo que del rigor científico y no obstante se arrogan el monopolio de la objetividad y la distancia ecuánime frente a los hechos. Pero se sabe, y esto es lo que realmente molesta a las corporaciones de prensa, que no hay hechos sino interpretaciones –lo dijo hace tiempo Nietzsche.
Debe entenderse que desde el punto de vista de las corporaciones de la información se demuestra poder frente a un gobierno al poner de manifiesto el daño que se le puede hacer. Es decir, la capacidad para generar corrientes de opinión opositoras, marcar agenda, etc. Con esto, los jerarcas de las corporaciones de prensa tienen una posición fortificada a la hora de negociar con los gobiernos de turno. En este sentido, el diario Clarín es quién representa claramente los intereses corporativos. Aún más que el panfletario La Nación, que abiertamente juega sus cartas a favor de otras corporaciones asociadas.
Cristina ha demostrado una mirada aguda sobre sus adversarios en la lucha por la construcción de un relato. Ahí donde las corporaciones dicen “populismo”, Cristina dice Gobierno democrático popular. Nombrar. Porque nombrar es apresar, asir la realidad. De eso se trata, de crear conceptos.
Existe una diferencia sustancial entre un relato histórico y otro que intenta borrar la historicidad. Otra vez vemos lógicas distintas. Los medos trabajan con la actualidad, su premisa es la noticia, la primicia, la novedad. Este Gobierno, en cambio, imprime su lógica, remite a continuidades, se funda en hitos, establece correlaciones con el pasado. Tiene un fuerte y claro signo histórico.

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