Vivimos la etapa de monopolización
del capital en Argentina, nunca habíamos llegado tan lejos. El supuesto “combate
a las mafias” es en realidad eliminación de la competencia. Las formas de
dominio y disciplina que imperan en las empresas se extienden a toda la
sociedad y fagocitan el reino de las libertades individuales, los derechos y las
autonomías. La empresa (su lógica) ahora debe disciplinar lo social. El trabajador
y quienes están excluidos del proceso productivo deben ser controlados, no
pueden dejar de ser controlados, incluso en su barrio, allí donde viven. El
control se extiende y se vuelve capilar. La gestión tecnocrática del estado por
parte del capital monopolizado se presenta como capital racional, y debe también
disciplinar la “anarquía” del capitalista individual, las pymes, que no pueden
o no quieren aceptar las reglas del juego del nuevo proceso acumulativo
cartelizado. Al mismo tiempo se debe garantizar un control total sobre los
trabajadores y excluidos. Es la etapa de superación del capitalismo de competencia
por un proceso de centralización del capital, movimiento que no puede más que
comprimir cada vez más la esfera de las relaciones sociales que antes se situaban
como extrañas al proceso de producción. Es decir, la etapa de la circulación, o
sea de la sociedad civil. Por esto la lógica de la empresa tiende a generalizarse,
invade y penetra directamente sobre los espacios de la sociedad civil. Estás
son las nuevas necesidades de orden macrista, que presenta a los valores de la
clase dominante como valores absolutos, sentido común. Una idea de sociedad
consensual que plantea como desviación o criminalidad todo aquello que presenta
una relación de contradictoriedad con el orden dominante.
Como diría Durkheim, para una
visión de la solidad totalmente integrada en base a la división social del
trabajo, en etapa de cartelización monopolista, la vulneración de las normas,
es decir la criminalidad o desviación, es anomia, o sea la no aceptación del
rol social asignado en las jerarquías sociales por las clases dominantes. Esto
es lo que va quedando en evidencia en la creciente conflictividad social que se
vislumbra en la frágil gobernabilidad macrista. El descontento pone en vilo un
orden fundado sobre las desigualdades en la asignación de las oportunidades y
las gratificaciones, y rechaza fuertemente la naturalización de esa desigualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario