Es la primera mujer gobernadora
de la Provincia de Buenos Aires. No es poco. Vive refugiada en una base militar
como parte sustancial de la puesta en escena: su condición de mujer desvalida y
víctima que se ha internado en un territorio de machos bravíos (los barones del
conurbano, peronistas, claro). Papel que sabe
muy bien ejecutar frente a las cámaras de los medios de comunicación
apologéticos de su figura, pero también como un mensaje de dos caras: debo
protegerme porque enfrentaré mafias, pero no tengo problema en tomar medidas de
extrema dureza. Es un caso curioso el de María Eugenia Vidal que vale una
mirada detallada.
Como todo lo que emana del
gobierno macrista tiene mucho de puesta en escena, de actuación entrenada en
los cursos de coaching, es decir un entrenamiento que busca el camino más
eficaz para un objetivo determinado. Hay que reconocer que Vidal aprende bien,
parece ser un material maleable para los entrenadores. Incluso los cursos de
autoestima y la meteórica dieta le hicieron creer que tiene algún atractivo
físico y nos sólo eso, sino que empujada por los medios amigos, mucha gente hasta
logra ver en ella una mujer atractiva. No obstante, Vidal es por lejos uno de
los mejores cuadros políticos del pobre elenco gobernante, y tiene sus
virtudes. Una gran capacidad de aprender a actuar frente a las cámaras y de
acompañar su discurso con la gestualidad correcta (aunque aún se notan a veces
los hilos del coaching en gestos un tanto afectados y con cierta exageración,
pero, ya lo dijimos, aprende rápido). Ha comprendido perfectamente el lugar
desde donde habla y a quién le habla. No habla desde la política, desde ninguna
pertenencia partidaria ni ideológica, tampoco desde el lugar de empresaria o
CEO´s como muchos de sus compañeros de partido. Habla desde el lugar de la
mujer común que sólo se metió en política por afán de ayuda. Pura bondad y
voluntarismo. Forjado su aprendizaje de campaña durante la última elección,
supo hablarle a un electorado despolitizado y que desconoce de ideologías
aunque las tenga, haciendo una religión del discurso moderado y los buenos
modales. El mismo electorado al que intenta dirigirse Sergio Massa.. Sabia
elección puesto que constituyen la tan mentada “mayoría silenciosa”. Fueron ellos
quienes la llevaron a la gobernación bonaerense.
Así como el Papa Francisco
aprendió de Néstor Kirchner su postura irreverente y antiprotocolar como gesto
político, hay ciertos ademanes de Vidal que le deben autoría a Cristina
Kirchner. La obsesión por la propia eficiencia en su trabajo, la ostentación de
memoria y el conocimiento detallado para poder hablar de cualquier tema con
soltura y solvencia, o dar discursos coherentes sin leer, la emparientan a
ciertas características de la ex presidenta. Pero quizá la más importante
coincidencia sea la capacidad para hablar con la mezcla equilibrada de
racionalidad y emotividad capaz de cautivar. Lo que en CFK era natural e
ideológicamente construido, en Vidal aparece ensayado, entrenado y como producto del pragmatismo de la
publicidad y el marketing, pero no por eso es menos efectivo. Vidal es la única
dirigente del oficialismo con la capacidad de ejercer un liderazgo de tipo
carismático que la puede llevar a la presidencia.
Algo del universo del carisma hay
en Vidal, y lo que le falta se sustituye con capacitación y entrenamiento, con
focus group para poder comprender y hablar el idioma de “la gente”. Quizá el
mayor exponente de cierta doctrina del gobierno actual: decir todo lo contrario
de lo que se hace. Es casi la única que lo hace bien. Cuando habla, mucha gente
le cree. Luego está la gestión, los problemas de gestión, la vida real. Pero lo
real, se sabe, como en todo producto, es secundario.
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