La multitudinaria marcha convocada en el día de ayer por la
CGT y su bochornoso final, exige una lectura que pueda apartarse de las
emociones. Dejar de lado el costado emocional en el cual la canalización del
descontento popular con el gobierno de Mauricio Macri encontró un
direccionamiento errado. El enojo y el malestar social son evidentes y
crecientes, eso es innegable. La excesiva paciencia de los dirigentes
cegetistas para con el gobierno, que parecía empezar a agotarse a partir de la
masiva marcha, es probable que a partir del final de ayer con los sectores mas
combativos del sindicalismo “copando” el palco, se transforme quizá en un nuevo
acercamiento entre la dirigencia de la CGT repudiada ayer y el gobierno de la
alianza Cambiemos, con el perjuicio que eso traería para los trabajadores en un
contexto de despidos, suspensiones y pérdida del poder adquisitivo del salario.
Una lectura racional invita a reflexionar sobre quienes
fueron los principales beneficiados con el final caótico de la marcha de ayer y
la deslegitimación del triunvirato de la CGT. El movimiento obrero organizado,
es la única organización con la capacidad de articular un plan de lucha capaz
de paralizar el país y poner de rodillas al gobierno de Mauricio Macri. Si esta
organización no encuentra unidad en la acción, sus dirigentes se encuentran
deslegitimados y no se resuelven las cuestiones políticas internas, significa
un soplo de aire fresco para un gobierno que empezaba asfixiarse.
La excusa de la fecha esconde un problema político que
beneficia al gobierno. Si se definía la fecha ayer o se define dentro de una
semana, no existe diferencia. El paro ya estaba convocado. El descontento
popular excedió a unos dirigentes carentes del carisma y la personalidad que
necesita el momento actual, eso quedó claro. En hechos concretos, la cosa no
pasó más allá de algunos manotazos y corridas entre algunos sectores de los que
sobresalió Camioneros con Pablo Moyano a la cabeza. En otras épocas de la
argentina no hubiera sido tan suave el enfrentamiento, por suerte los años de democracia
parecen no haber pasado en vano. Y esperemos que esto no sea el inicio de una
escalada de internismo radicalizado en el campo popular. Lo cierto es que políticamente
el significado es otro. Muestra que a pesar del sufrimiento del pueblo con las
políticas neoliberales, aún no existe la unidad de concepción y acción que
permita un avance concreto del campo popular. La madurez necesaria para lograr
ese avance dependerá de que los dirigentes y los militantes da cada espacio del
campo popular, comprendan que el internismo desmesurado y los intereses
personales no son el camino que permita un triunfo popular. Necesitamos de un
dialogo sincero, del reconocimiento de errores propios y ajenos. El famoso baño
de humildad que nos permita reencontrarnos en la lucha conjunta contra un
gobierno que se muestra cohesionado y aprovecha cada fisura del campo popular
para avanzar. Sino comprendemos eso y nos dejamos llevar por la bronca mal
dirigida y los reproches cruzados, un triunfo del campo popular estará cada vez
más lejos.
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