En enero de 2016, y a la luz de
la elección presidencial ganada por Macri, escribí una nota para un blog en la
que sostenía que unos de los mejores lectores de Ernesto Laclau había sido
Duran Barba (http://militontos.blogspot.es/1453411532/operaciones-populistas-de-laclau-a-duran-barba/)
porque había logrado llevar a la práctica un claro ejemplo de construcción hegemónica
al dotar al significante “cambio” de un sentido catalizador, de tal manera que
contenía una pluralidad de demandas sociales de diferentes tipos que el
kirchnerismo tenía en su lista del debe. Y a su vez había logrado que el
kirchnerismo apareciera como el causante de todas las frustraciones sociales,
estableciendo así una polarización, requisito central para toda práctica de
articulación hegemónica. Una jugada de manual de construcción hegemónica que
mostraba como se arma una cadena de equivalencias y cómo un significante toma
la forma de articulador que las sintetiza a todas, a la vez que se polariza la
sociedad dejando a todo sujeto social obligado a situarse en alguno de los
polos. Convengamos que la alternativa del ballotage facilitó esta construcción
(y no estaría mal proponer un análisis futuro sobre hasta que punto el
ballotage es sano para la práctica democrática).
Hoy, y hace ya un tiempo del sorprendente acto
de Cristina en Arsenal, agregaría a Cristina a la lista de grandes lectores de
Laclau. Aunque se sabía que ella ya lo leía desde hace años, la apuesta
discursiva y de formato del acto de Arsenal muestra cómo se pasa del terreno
del análisis intelectual al de la praxis hegemónica. Sin duda, tanto la jugada
Cambiemos como el actual rumbo discursivo tomado por CFK constituyen
operaciones populistas aunque sus signos ideológicos sean diferentes.
Entre los problemas de las
operaciones populistas de este tipo, yo visualizo al menos dos muy importantes.
A) para quienes detentan hoy el poder, asociados al poder mediático capaz de
moldear subjetividades, es más simple que para todo el resto de la sociedad
(inclusive la Unidad Ciudadana) construir operaciones hegemónicas efectivas B)
la pregunta pertinente aquí es sobre qué terreno de subjetividades trabajará la
construcción hegemónica que se intente. O sea sobre qué subjetividad instituida
se monta un discurso para intentar articularse de manera tal de producir una
nueva hegemonía. Y sobre qué sustrato histórico identitario.
El giro discursivo de CFK que se
vio en Arsenal muestra un camino errático en este segundo punto problemático.
Cuál es la subjetividad que se da por obvia en los destinatarios de este
novedoso formato y mensaje. Pareciera ser la que ha sido forjada por el
macrismo. Es decir la concepción de la sociedad como un conjunto de individuos
aislados, sin organizaciones ni instituciones intermedias. “La gente”. No se
apuntó a un sujeto social específico, sino más bien a un lugar bien difuso.
Tampoco a una memoria identitaria particular sino a ninguna en especial. Fue en
acto del cual, a la mejor manera del macrismo, se sustrajo la historia y por
eso casi también la política. Porque crear hegemonía no es tanto dirigir la
subjetividad del adversario sino crear una subjetividad propia por oposición a
esa. Quizá este sea sólo un momento de prearticulación que de paso luego a un
verdadero proyecto de hegemonía. Caso contrario habrá sido un franco retroceso
en términos de la batalla cultural con el macrismo, habrá sido sucumbir a que
la sociedad es lo que el macrismo dice que es.
Quizá se haya entendido mal la
idea de significante vacío. Lo difuso del significante capaz de articular
plurales demandas siendo él mismo una de esas demandas, sirve en tanto es una
operación discursiva. Pero no debe ser difuso el sujeto social que es portador
de las demandas. Allí se exige, para una operación hegemónica exitosa, una
referencia más concreta porque es lo concreto donde opera la polarización. Los
actores sociales que el discurso (que si puede ser difuso) interpela son actores
sociales concretos y dudo que lo más conveniente sea tomarlos y mostrarlos como
individuos por más que se nombre su actividad o su pertenencia en el sistema
productivo.
En la construcción de la
polarización social, los actores sociales son concretos y son colectivos
sociales, no meros individuos. Al menos así debería ser en una construcción
discursiva que resista y se oponga a la conceptualización social propuesta por
el macrismo en la cual la sociedad es nada más que un conjunto de individuos
aislados que defienden cada uno sus intereses particulares.
Una amiga, peronista, militante,
trabajadora, que fue a la cancha de Arsenal, comentaba unas horas después con
cierta indignación: “Veo a la gente de
Avellaneda, pobres de toda pobreza, y escuchar algo tan tibio… No entendí cuál
es el destinatario de un discurso sin conflicto, sin mística y sin sujeto. Yo
pertenezco al campo popular, al que trabaja y produce la riqueza que los hijos
de puta se llevan. Necesito que me hable, que me enamore, que produzca sentido”.
Quisiera aclarar que mi amiga además de trabajadora y peronista es una
excelente escritora.
Me quedó resonando en al cabeza
esta última frase: “que produzca sentido”. De eso se trata una operación
hegemónica.
Ojala este giro discursivo y
estético sea sólo un comienzo estratégico y no una continuidad, pero a juzgar
por la relación que CFK establece con otros factores de poder como por ejemplo
la CGT, las dudas que genera son muchas y fundadas. Más allá de que la jugada
pueda ser efectiva en términos electorales. No lo fue cuando con Insaurralde
como candidato intentamos la mimesis para competir con Massa. Pero ahora la
candidata será Cristina.
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