A la luz de los hechos resulta claro que el
peronismo no tiene una conducción ni un liderzazo central capaz de ser reconocido
por el resto de los actores del movimiento. No hay un Perón, ni siquiera un
Kirchner o un Menem. Cristina es, para cualquier opción peronista que quiera
ganar en las urnas, insustituible por su caudal de votos. Pero no es capaz de
ejercer un liderazgo reconocido por todas las partes hacia el interior del movimiento. Definitivamente Cristina no conduce el
peronismo. Hoy el peronismo es un archipiélago de poder en el cual la isla
Cristina es la más grande electoralmente, nada más y nada menos.
El poder está repartido. Por supuesto Cristina
(y ahora también Alberto). Un poco Moyano, otro poco la CGT oficial, por allí algunos
gobernadores (Uñac, Schiaretti, Urtubey, Rodríguez Saa, entre los más importantes),
más allá los candidatos que se perfilan ganadores (Perotti, por ejemplo), Massa
y su nada despreciable caudal electoral, un poco de la orgánica del partido,
los intendentes del conurbano (Insaurralde, Magario y Espinoza, Katopodis,
etc.), los movimientos sociales con el Evita a la cabeza. Y cómo atinadamente
dice Schiaretti nadie está en condiciones de hacer rendir a nadie.
Este peronismo multipolar si bien no es una
novedad, si lo es su persistencia en el tiempo. Podríamos decir que desde 2013
está en este estado. Y la emergencia de Alberto Fernández parece ser la el reconocimiento de ese estado y su posibilidad de persistencia
hacia el futuro. Quizá un peronismo menos vertical y más de diálogos (por no
decir de equipo, un concepto más bien macrista) entre pares que conservan
porciones de poder. En este estado de
cosas la elección de Alberto no es casualidad ni siquiera parece obedecer sólo
a una lógica electoral. El mensaje hacia adentro del peronismo es claro. Es el
reconocimiento de los espacios de poder de cada uno/a, poderes con los que
Alberto deberá fungir de coordinador. Salvo Moreno desde una posición marginal,
nadie lo odia a Alberto, tampoco nadie lo ama. Todos lo respetan, nadie se le
somete.
Una lógica nueva parece emerger en el peronismo,
y como todo en el peronismo no puede ser menos que hija de la necesidad. De la
comprensión de la gravedad del momento. Será un camino para aprender a recorrer
sin las nostalgias del pasado cuando el líder (el único líder que tuvo el
movimiento) era capaz de sintetizar todo y pasar a la acción. Quizá sea más difícil,
pero acorde a la máxima según la cual cada militante debe llevar en la mochila
el bastón de mariscal. La apelación es la responsabilidad de todos los peronistas para lograr que el pueblo de la Patria no siga sufriendo.
El líder somos todos. El peronismo somos nosotros.