jueves, 23 de mayo de 2019

UN PERONISMO MULTIPOLAR



A la luz de los hechos resulta claro que el peronismo no tiene una conducción ni un liderzazo central capaz de ser reconocido por el resto de los actores del movimiento. No hay un Perón, ni siquiera un Kirchner o un Menem. Cristina es, para cualquier opción peronista que quiera ganar en las urnas, insustituible por su caudal de votos. Pero no es capaz de ejercer un liderazgo reconocido por todas las partes hacia el interior del movimiento.  Definitivamente Cristina no conduce el peronismo. Hoy el peronismo es un archipiélago de poder en el cual la isla Cristina es la más grande electoralmente, nada más y nada menos.
El poder está repartido. Por supuesto Cristina (y ahora también Alberto). Un poco Moyano, otro poco la CGT oficial, por allí algunos gobernadores (Uñac, Schiaretti, Urtubey, Rodríguez Saa, entre los más importantes), más allá los candidatos que se perfilan ganadores (Perotti, por ejemplo), Massa y su nada despreciable caudal electoral, un poco de la orgánica del partido, los intendentes del conurbano (Insaurralde, Magario y Espinoza, Katopodis, etc.), los movimientos sociales con el Evita a la cabeza. Y cómo atinadamente dice Schiaretti nadie está en condiciones de hacer rendir a nadie.
Este peronismo multipolar si bien no es una novedad, si lo es su persistencia en el tiempo. Podríamos decir que desde 2013 está en este estado. Y la emergencia de Alberto Fernández parece ser la el reconocimiento de ese estado y su posibilidad de persistencia hacia el futuro. Quizá un peronismo menos vertical y más de diálogos (por no decir de equipo, un concepto más bien macrista) entre pares que conservan porciones de poder.  En este estado de cosas la elección de Alberto no es casualidad ni siquiera parece obedecer sólo a una lógica electoral. El mensaje hacia adentro del peronismo es claro. Es el reconocimiento de los espacios de poder de cada uno/a, poderes con los que Alberto deberá fungir de coordinador. Salvo Moreno desde una posición marginal, nadie lo odia a Alberto, tampoco nadie lo ama. Todos lo respetan, nadie se le somete.
Una lógica nueva parece emerger en el peronismo, y como todo en el peronismo no puede ser menos que hija de la necesidad. De la comprensión de la gravedad del momento. Será un camino para aprender a recorrer sin las nostalgias del pasado cuando el líder (el único líder que tuvo el movimiento) era capaz de sintetizar todo y pasar a la acción. Quizá sea más difícil, pero acorde a la máxima según la cual cada militante debe llevar en la mochila el bastón de mariscal. La apelación es la responsabilidad de todos los peronistas para lograr que el pueblo de la Patria no siga sufriendo. El líder somos todos. El peronismo somos nosotros.


lunes, 20 de mayo de 2019

FORMULA Y ANALISIS


Frente a la vacuidad de los publicistas se necesitaba una decisión de políticos profesionales. La jugada tiene riesgos, todas las jugadas posibles lo tendrían en el estado actual de la política argentina, continental y mundial. También, como toda decisión, puede tener efectos no deseados. No obstante, destila una gran responsabilidad, y eso sea quizá lo mejor de todo.
Varios mensajes se desprenden y en múltiples direcciones. A los peronistas que aún no decidieron donde pararse, digamos los gobernadores, se les dice “vengan” con un acto de humildad y grandeza. Vengan que hay lugar para todos y todas y la tarea será ardua, compleja, no sobra nadie. Se descarta que algunos, ya jugados, no van a venir, pero son una minoría. Como entre los votantes, entre los gobernadores hay muchos indecisos. Hacia ellos fue el mensaje.
A los empresarios, “vengan” podemos hacerles ganar dinero nuevamente, diseñemos un plan, ya lo hicimos antes, les fue bien. No se les habla con el corazón, sino con el bolsillo, un lenguaje que entienden mejor.
A las empresas de medios de comunicación, “no hará falta el periodismo de guerra” la grieta ya no vende, muchachos. Siéntense a charlar con Alberto, ustedes saben que él sabe escuchar.
A los mercados, “tranquilos” el peronismo es un león herbívoro. Esta apuesta por la gobernabilidad se podría contar entre los efectos no deseados. Si los mercados se tranquilizan y aportan una extendida paz cambiaria, podrían favorecer las chances de una cierta recuperación electoral del macrismo. Sin embargo, la gobernabilidad es un requisito básico para llegar al poder con posibilidades de encauzar el rumbo de un país que lo ha perdido. Aún favoreciendo al adversario, se privilegia la gobernabilidad en una muestra de responsabilidad inusual en la política argentina. La jugada no es esencialmente electoral, es política de alto vuelo.
Se imponía la necesidad de un acto de grandeza y responsabilidad. Poner nuevamente en acción y en valor a los profesionales de la política es poner en valor a la política misma. Quizá sea también un mensaje que pueda tomar el gobierno, poner a trabajar a los políticos y desplazar a los publicistas y aventureros. ¿Alguien duda a esta altura que el gobierno de Cambiemos funciona mejor cuando predominan Frigerio o Monzó sobre Marcos Peña o Duran Barba? O sea, cuando se hace política en serio.
La publicidad es fugaz, la política es duradera. 70 años de peronismo así lo demuestran.