El título de este texto hace
referencia a una frase que se suele usar para condenar la trata de personas
para explotación sexual. Sin clientes no hay trata, se dice. Es decir no hay
explotación sexual. No veo por qué debería reducirse sólo a la explotación de
tipo sexual.
Mucho se ha escrito sobre la nueva
modalidad laboral que se da a través de la aplicaciones para teléfonos
celulares, las apps, que permiten la hiperexplotación y precarización laboral
de miles de personas formando un ejercito de cadetes en bicicleta, sin ningún
tipo de derecho ni protección social.
Ejercito de jóvenes que quedan a
merced de los caprichos de consumo de una sociedad que va perdiendo toda empatía
con el otro.
Poco le importa la condición laboral
de esos jóvenes, si tienen que pedalear 50 kilómetros diarios
por un sueldo de miseria, con 40 o 0 grados de temperatura, bajo lluvias
torrenciales o tormentas de viento, al cliente que sentado en la comodidad de
su living, celular en mano, pide satisfacer su antojo de tacos mejicanos o un
kilo de helado de dulce de leche granizado mientras mira la nueva serie de moda
en Netflix.
Esa falta de empatía, de ponerse en
el lugar del otro, esa ruptura de lazo social que promueve el individualismo
extremo asociado a la cultura del consumo, es lo que permite el surgimiento de
negocios de este tipo, basados en la explotación y la precarización de la vida
de los trabajadores privándolos de todos sus derechos.
La perversión, es decir la inclinación
a satisfacer los deseos sin medir las consecuencias, se vuelve evidente tanto
en la trata para explotación sexual como en el trabajo precarizado de las app,
donde al otro se lo entiende sólo como instrumento de la consecución de un
deseo privándolo de su condición humana. Instrumento tanto para los clientes como
para los dueños de las empresas, los jóvenes pedaleadores que hoy pueblan las
calles de la ciudad de Buenos Aires son la evidencia palpable de la
deshumanización de las relaciones sociales.
Lo que generalmente se escribe sobre
ellos tiende a describir la explotación a la que son sometidos, creo que deberíamos
apuntar al otro extremo de la relación, el cliente de estas aplicaciones.
Porque es en esa instancia de la relación de intercambio donde se vuelve
imprescindible la toma de conciencia que permita reconstruir lazos de
solidaridad más humanizados, donde el otro no sea percibido como instrumento de
placer y satisfacción de deseos, y a la vez bajar los niveles de consumo
superfluo e innecesario. Deshumanización, explotación, consumismo y perversión
social, son las bases sobre las cuales se erige tanto el sistema de trabajo de
las app como la explotación de tipo sexual. Por eso entendemos que sin clientes
no hay trata y tampoco hay explotación.