Pero la simetría excede lo abrupto de la llegada, de la aparición casi fantasmal de los personajes en el máximo sitial al que aspiraron dentro de las estructuras de poder en las que cada uno ha participado (el peronismo Néstor, la iglesia católica Francisco). La simetría se encuentra también en la forma de construcción política y en los lugares que han ocupado cada uno dentro de las historias respectivas de las construcciones de poder de las que eran parte. Néstor fue parte de la militancia peronista de los 70, digamos de la izquierda peronista, es decir una posición progresista dentro de peronismo sin llegar al extremos de la lucha armada. Ciertamente, Néstor no fue Montonero. Con la derrota política del ala izquierda del movimiento y la llegada de la dictadura, se refugia en el sur y construye dentro del partido justicialista su carrera política. No rompe con la estructura partidaria en los 90, se adapta aunque plantea sus disidencias con el menemismo, y eso no le impide el crecimiento de su poder político. Es decir, se mantiene dentro de las estructuras del partido aún en disidencia con la conducción. Espera su momento.
Vayamos ahora a Francisco. Pertenece a la orden de los jesuitas, espacio que constituye dentro de la estructura clerical un lugar de cierto progresismo. No obstante no se ve conmovido, como muchos de sus compañeros en la orden, por la Teología de la Liberación y el Concilio Vaticano II. Pero la orden de los jesuitas siempre ha planteado diferencias con la estructura jerárquica de la iglesia católica. Francisco siempre ha sido respetuoso de la estructuras de poder del clero y fue construyendo su poder político desde dentro. También, como Néstor, a la espera de su momento.
Vean las imágenes de estos días, donde Francisco rompe el protocolo papal y se acerca a la multitud que lo viva, saluda a un enfermo, hace una declaración de principios llamando a la humildad y la austeridad, invita a la iglesia a volver a caminar, a militar la palabra de Cristo. Y hasta hay una imagen que constituyó para mí una escena de kirchnerismo explicito: Luego de una misa en la catedral de Roma, Francisco nuevamente se mezcla entre la gente, una periodista italiana se acerca y le pregunta algo, Francisco responde sonriente y antes de irse le dice: "Ah, y que gane San Lorenzo", y se aparta riendo pícaro para perderse entre la multitud. Una escena típicamente de Néstor, hasta en lo pícaro de la sonrisa final y el irse rápido, consiente de esa travesura.
Señores, aunque a algunos los espante, es cierto: tenemos un Papa peronista y como diría Borges, no es ni bueno ni malo, al menos por ahora parece ser un territorio de disputa.
Si el kirchnerismo constituye un estilo, hasta me animo a decir, si me apuran un poco (como le gustaba decir a David Viñas) que hay mucho estilo K en el nuevo Papa.
Nestor y Francisco esperaron su momento, lo construyeron pacientemente dentro de las estructuras de poder en las que cada uno participó, y cuando nadie los esperaba aparecieron en lo más alto para imponer su impronta. Con el olfato de todo gran político, Néstor lo identificó como el jefe espiritual de la oposición, lo vió como el gran político que Francisco es. No tengo dudas que va a ser un Papa militante, que les va disputar las bases populares a los gobiernos de la región.
Habemus adversarius...